Historia de la Devoción

La Cuatro Condiciones

Los Nueve Domingos

Biografía del Padre Rizzo

Oraciones al Divino Niño

La Confesión

Octavo Domingo

Oración para todos los domingos

Consideración: Jesús en la última cena nos dio
 ejemplo de humildad y caridad

Lectura del santo Evangelio según San Juan – Jn 13, 1-15
A
ntes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle,
sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.
Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.»
Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.» Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy.
Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.
Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros
Palabra de Dios.

Ejemplo
El Padre Juan del Rizzo y la Devoción al Niño Jesús

En 1914 llega a Barranquilla, Colombia, el Padre Salesiano Juan del Rizzo.
El Padre Juan fue enviado por las calles de la cuidad a pedir limosnas para la construcción del templo pero nada consiguió. Hasta que un día se le occurió: Voy a pedirle a nuestro Señor por los méritos de su infancia, que me ayuda. Y empezó a rezarle al Niño Jesús, y el éxito en su labor fue inmenso. Desde entonces el Padre del Rizzo se convirtió en un verdadero enamorado de la devoción al Divino Niño y se propuso dedicar su vida a propagar esta devoción.
En Barranquilla propagó la devoción al Niño Jesús por 13 años. Luego pasó a Medellín y siguió recomendando a todos que cualquier favor que necesitaran lo pidieran a Jesús por los méritos de su infancia. Al principio el Padre Juan veneraba la imagen del Niño Jesús de Praga, pero allí una antigua asociación le prohibió hacerlo, alegando que ellos tenían la exclusiva de esa devoción. Entonces el Padre se dijo: "Lo importante no es cómo esté vestida la imagen del Divino Niño. Lo que vale es venerar su santa infancia, los primeros doce años de su vida humana sobre la tierra. Buscaré otra imagen del Divino Niño y propagaré su devoción. Porque quien hace los milagros no es la imagen (que es de yeso, madera, cartón o telas que no pueden hacer milagros). El que hace milagros es Jesucristo que esta en el cielo, que ha prometido: "Tu oración será escuchada si me pides por los méritos de mi infancia" y Dios ha demostrado con asombrosos milagros lo mucho que le gusta la devoción al Divino Niño Jesús".
Y el Padre Juan, al ser trasladado a Bogotá, en 1935 se encontró en el Almacén el Vaticano una hermosísima imagen del Divino Niño, vestido como se visten los niños de Nazaret, su tierra: túnica rosada, cinturón verde, y con los pies descalzos como los niños pobres de Israel, el grupo al cual pertenecía el Niño Jesús. Es una imagen verdaderamente hermosa y atrayente. (¿Si otros niños son tan hermosos y amables, qué tal sería el Divino Niño, el más puro, el más amable, el más simpático de todos los niños del mundo?).
En el barrio 20 de Julio de Bogotá, coloco el Padre Juan la preciosa imagen del Milagroso Niño Jesús en unos terrenos deshabitados y pobres, y empezó a narrar a las gentes los maravillosos prodigios que Jesucristo hace a quienes honran su santa infancia. Y los milagros empezaron a multiplicarse. Desocupados que conseguían empleo. Enfermos que sanaban. Hijos perdidos que volvían al hogar. Personas solteras que lograban formar un dichoso hogar en santo matrimonio. Negocios que se arreglaban. Angustias que se alejaban. Paz para las familias, y sobretodo, conversión de pecadores que es el milagro más importante y que más debe desear todo buen cristiano.
El Padre Juan insistía mucho a los devotos que para tener contento a Nuestro Señor es necesario cumplir el tercer mandamiento que consiste en santificar las fiestas. Y que santificar la fiesta es descansar el día del Señor y no dejar ningún domingo sin asistir a La Santa Misa.
También recordaba a las gentes que es necesario dar limosnas que a uno le cuesten, porque la limosna borra muchos pecados, según dice la Biblia.
Y no se cansaba de recomendar a todos la confesión y la comunión frecuente recordando la promesa del libro Santo: "Un corazón arrepentido Dios nunca lo desprecia".

Habla Jesús

Gozos

Oración Final

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